EXTRAÑOS RELATOS URBANOS II

Extraños Relatos urbanos II es la continuación de lo que se convirtió en una saga debido al éxito de la primera entrega del año 2010.
Es una versión más elaborada y con otros matices pero que guarda el espíritu de la primera, aunquimg004e los temas se amplían y traspasan las fronteras individuales del primero.
Entran a tallar entonces mitos más universales como el hombre lobo (conocido como lobizón e nuestra zona), o los animés, tan difundidos hoy en todo el mundo; el túmulo o el mal, retratado en El gualicho.
Una obra artesanal que vio la luz como primera publicación de Editorial de la Facultad de Ingeniería de la Universidad Nacional del Nordeste.
Presentador: Dr. Ing. Jorge Pilar.

He aqquí algunos títulos.

EL TÚMULO.

tumulo2Los chicos se aburrían. Sus padres no habían tenido la más mínima consideración ni les habían preguntado si les gustaba ese pueblo.
El calor de febrero pegaba con todo y no había manera de que los enviaran con sus tíos pues estaban de viaje. Solo debían conformarse con vagar por los terrenos aledaños del pueblucho en el cual su padre fue trasladado a la sucursal del Banco.
Era muy conveniente para sus padres. Para ellos, el aburrimiento era total. Su padre fue ascendido a Gerente General y era el paso previo para un ascenso más importante a la Ciudad Autónoma. Pero debía permanecer al menos un año y medio.
¡Un año y medio! Mucho tiempo. Las vacaciones en Mar del Plata, anteriormente las fiestas con todas las visitas, el traslado, la novedad de la mudanza habían dejado paso a este aburrimiento sin precedentes. Un día tras otro se sucedían y los chicos no vislumbraban una salida a su aburrimiento.
Para colmo, solo había wifi e una zona del pueblo y el cable de Internet llegaba a su casa, pero el servicio del proveedor, comprendía únicamente unas horas al día.
No tenían amigos, o mejor dicho, los pocos conocidos de su edad o vivían lejos, o tenían actividades y gustos diferentes delos de Pablo y Roberto.
Las quejas fueron perdiendo fuerza hasta que la costumbre y la rutina dieron paso a un lento derrotero hacia la resignación.
Con sus trece y quince años, las energías sobraban, por lo que el fútbol, el tenis, y las carreras siempre estaban a la orden del día. Parecían no cansarse nunca y a pesar de haberse ya en poco tiempo acostumbrado a las correrías en horas de la siesta, hoy particularmente la atmósfera estaba pesada, como presagiando una tormenta, esas de verano que aparecen y desaparecen como por arte de magia.
Corrieron tras unas lagartijas que huían despavoridas entre los arbustos que se apiñaban al costado del montecito cercano a la vivienda. Las risas invadían la siesta en el estío y los muchachos a grandes zancos, con sus largas y fuertes piernas recorrían los senderos entre cardos, tunas, espartillos que hacían de borde entre el camino y el monte.
La lagartija asustada se metió entre unas hierbas que sobresalían y taponaban unos troncos que parecían interpuestos entre el sendero y una zona que no estaba al alcance de la vista sino solo a través de una minuciosa observación.
Este brillo inusitado, un claro extraño en la continuidad del monte, llamó la atención de los muchachos y la persecución del asustado saurio pasó a segundo lugar. No habían visto nada parecido anteriormente en sus furibundas recorridas en el pacífico bosquecito. La curiosidad pudo más y entre ambos hicieron a un lado el arbusto y vieron una zona limpia, rodeada de árboles y una especie de césped con una ondulación tan pronunciada que semejaba una pequeña colina.
Como pudieron pasaron su cuerpo por entre las plantas, las cuales afortunadamente no eran espinosas sino más bien una especie de largas hojas cubiertas de una suave pelusa tornasolada con las que hicieron contacto con las piernas y brazos desnudos de los muchachos y les dejó una sensación tan agradable como si alguien los hubiera acariciado muy cuidadosamente.
El claro ya estaba franqueado y tanto Pablo como Roberto ingresaron a un mundo nuevo. El pequeño prado tenía una barrera tan perfecta entre los árboles y las plantas que hacían de una muralla apenas franqueable a no ser por las luces del sol que se filtraban el lo alto de la fronda y los rayos que se colaban por entre las paredes de los troncos de los añosos árboles.
Retozaron un poco y empezaron a saborear el descubrimiento. No había animales ni sabandijas en el área delimitada por la añosa vegetación y un viento fresco circulaba renovando la sensación de placidez y bienestar.
Las plantas eran totalmente diferentes y un verde impactante tapizaba e suelo, con unas variaciones de color para las plantas carnosas y vivaces que se mostraban turgentes, vigorosas, altivas.
Todo era armonioso, excepto el montículo que estaba asimétrico en aquel lugar. La leve ondulación del suelo quebraba la armonía del lugar y parecía fuera de lugar. El jardín encantado se veía violentado por esta especie de giba que se alzaba sin importarle si importunaba o rompía la simetría y el buen gusto que parecía haber primado en la hechura del pequeño paraíso.
La curiosidad de los adolescentes se agudizó y entre risas, empujones- juegos a los que estaban acostumbrados- recorrieron el cerco, y se aventuraron después hacia el promontorio.
Lo recorrieron circundándolo y agotadas las instancias de conocimiento, el paso siguiente era escalarlo, aunque no significaba ningún reto para ellos, acostumbrados a trepar árboles, médanos, techos y terrazas. De un salto, y de dos zancadas, treparon la ladera que miraba hacia la pared más cercana del bosque. La pequeña cima estaba al alcance y Pablo ayudó a su hermano a escalar para colocarse junto a él. Se sentaron y de esa altura, el jardín les pareció extraño, opacado, silencioso, hasta tenebroso. Los rayos de sol mirados desde esa perspectiva, ingresaban ondulados y con colores tenebrosos, rojizos, amarronados, negruzcos. Se perdía en solo instantes la luminosidad de la que habían disfrutado hasta hacía unos momentos.
– Qué raro, dijo Roberto. Parece que es de noche, pero hay claridad.
– Es las 3 de la tarde- contestó su hermano, mirando su celular del que no se despegaba nunca.
– Claro, asintió el joven y le sacó el dispositivo, como siempre que quería que Pablo se enoje.
– ¡Devolveme el celu! –reclamó enojado el ofendido muchacho.
– ¡Paráaaa!, lo atajó a la vez que hacía a un lado un brazo y miraba con curiosidad el teléfono. ¡Mirá! No hay señal, y la hora, en vez de adelantar, retrocede- dijo asombrado.
– ¡Andá! ¡Sos un mentiroso!
– Fijate. ¡Palabra! – respondió alarmado a la vez que ponía ante los ojos de su hermano el aparato y se lo entregaba.

tumulo3Ambos no creían lo que veían. El celular comenzó a aumentar su temperatura y a emitir un pequeño zumbido a la vez que el dispositivo que marcaba la hora, retrocedía segundona segundo, minuto a minuto hasta que la variación de tiempo se hacía en sentido inverso, desafiando lo que ellos conocían.
Tan entusiasmados estaban en el fenómeno que estaban observando que de pronto un aguijón se clavó en el brazo de Roberto.
– Algo me picó
– No hay bichos acá, no hay hormigas, ni abejas, nada- se burló Pablo
– Te juro que me picó algo, en el brazo- y mostró con un gesto el músculo del antebrazo donde supuestamente una alimaña había hincado su aguijón.
– No tenés nada- lo desmintió de un empujón, a la vez que lo tumbaba cuesta abajo del montículo.
Roberto cayó dando tumbos y como la elevación no era muy pronunciada, sus risotadas y las de su hermano se hicieron estridentes y el jugueteo nuevamente se inició al tiempo que Pablo descendía de la montañita y era sorprendido por una patada en el muslo.
Se trenzaron en una lucha cuerpo a cuerpo y entre risas y empujones se fueron acercando al borde del bosque y oyeron el canto de un pájaro. Esto llamó su atención y con la misma rapidez con que ingresaron mediante empujones y bromas se encontraron en el exterior y emprendieron el regreso, risueños y contentos de la aventura emprendida.
Su madre los esperaba con una merienda suculenta, refrescante. Una jarra de licuado de frutillas, el preferido de los muchachos, los refrescó de inmediato.
– ¿Qué hicieron?- preguntó su madre
– Vagamos un poco por el bosquecito. Encontramos un oasis- dijo Pablo
– ¿Oasis?- rió la mujer. Esto no es el Sahara.
– ¿Comenzamos de nuevo?- ironizó Roberto.
– No volvamos al mismo tema. Saben que su padre necesita este ascenso y debemos aguantar un tiempo en este…
– Sahara, atajaron ambos el pase que su madre había dejado para que ellos atraparan. Rieron con ganas ante la debilidad que demostró la madre.
– ¿Y que hay con ese oasis?- preguntó aliviada, al notar que sus hijos llevaban a otro rumbo las quejas.
– Mmmmm… es como un lugar alejado del montecito, pero en el medio del montecito. Distinto, lindo, lindas plantas y una montañita como para trepar, jugar, hacer ejercicios- dijo Pablo.
– Ah. ¿No es peligroso?
– No, peligroso no, es raro.
– ¿Por qué?
– Nos subimos y el celular se descompuso ahí. La hora retrocedía.
– Bueno, dijo la mujer. Puede ser un campo magnético. Hay lugares que cambian la polaridad de….
– Otra vez salió la profe de física. Mamá, estamos de vacaciones. No estás dando clase. Es solo un montecito donde vamos a distraernos.
– Está bien. Pero…no les vendría mal repasar magnetismo, polaridad y esos temas re interesantes y de la vida diaria.
– Sí, si….Muy rico el licuado, dijeron a la vez que se hacían ademán de encender el televisor, y la madre se daba una vez más por vencida.

Las tardes transcurrían sin muchos cambios y el mes de febrero parecía no tener fin. La canícula agotaba hasta que alguna brisa hacía suponer anuncio de la lluvia que trajera un momentáneo alivio para el calor agotador.
Las visitas al montecito se prolongaba durante la siesta, y a veces ya entrada la tarde los padres se preguntaban por qué pasaban tanto tiempo fuera de la casa.
– Ya se les pasará. Cuando comiencen las clases, con sus nuevos amigos van a estar molestando acá adentro todo el tiempo- la tranquilizó el padre.
– De todas maneras, quiero que les pidas que vuelvan más temprano. Ya es las 5 de la tarde.
– Lucía…. – rezongó su marido pero prometió una reprimenda.

Los chicos llegaron a los 10 minutos y el reto, rezongo, y las palabras que luego se suavizaron, solo hicieron que Pablo y Roberto las escucharan atentamente, recibieran “el castigo” de ir a bañarse, tomar la merienda y se encerraran en su cuarto.
Nada pareció inmutarlos y apenas cruzaron palabras con sus padres y en la cena, solo comieron con apetito y se levantaron de inmediato. Se sentaron en el living, callados, admirando sus celulares.
La rutina se repitió día tras día, y los muchachos, antes dicharacheros, revoltosos, inquietos y juguetones, se volvieron con el tiempo en seres huraños, callados y meditabundos. Contestaban con gruñidos, permanecían sentados e inmóviles donde lograban acomodarse y para preocupación de sus progenitores volvían del bosque cada vez más tarde.
La tarde de principios de marzo en que Lucía se dio cuenta que sus hijos no estaban en la casa, se preocupó porque comenzaba a oscurecer. Casi las 8 de la noche, si bien aún el otoño no había comenzado, se comenzaba a hacer notar muy suavemente, porque oscurecía más temprano.
Buscó a su marido, y lo conminó a que fueran a buscar a sus hijos en el monte.
No sabían por dónde buscar, y con movimientos torpes, tomaron linternas y machetes en el caso que hiciera falta cortar alguna maleza.
El sendero estaba claro, límpido y si bien la tenue oscuridad comenzaba a envolver la espesura, aún se vislumbraba el camino. No tenían idea de qué hacer. Caminaban sin rumbo, solo por intuición, solo por caminar y no esperar en casa.
Un sonido extraño llamó la atención. Giraron las linternas y la luz enfocó un matorral aplastado hacia un costado y que permitía el paso hacia un pasadizo de donde provenía el extraño sonido.
A gatas ingresaron al túnel que desembocaba en un área delimitado por árboles y vegetación prolijamente cuidados. Excéntricamente, hacia un costado, se levantaba un montículo. Sobre él, Pablo y Roberto, con sus celulares en la mano, emitiendo zumbidos extraños, miraban la nada, los ojos en el horizonte.
La policía y las máquinas del municipio se abrieron paso hacia el predio extraño y comenzaron a excavar en el montículo de tierra que se emplazaba en el lugar.
Pequeños féretros adornados ricamente estaban dispuestos en hilera, como en una disposición muy estudiada. Contenían decenas de restos humanos pertenecientes por su tamaño, a bebés y niños de corta edad. Vasijas y utensilios hacen suponer que eran de una tribu de nativos, pero aún el caso no está resuelto.
Pablo y Roberto aún siguen internados en un neurosiquiátrico y evolucionan favorablemente.
La familia se ha mudado a una ciudad más grande para acompañar la recuperación de sus hijos.
El túmulo aún es la incógnita del pueblo.

 

 

 

 

 

EL LOBIZÓN

lobizon2La licantropía, más allá de las fantásticas películas de vampirismo y hombres lobo de las espectaculares películas, siempre han sido un menú importante entre los mitos antiguos.
En nuestra región, no pocos relatos han poblado las noche de reuniones en fogones, urbanos y no urbanos. Siempre en alguna ronda de “cuentos” los lobizones, hombres nacidos séptimo hijo varón que se convierten en lobos durante la luna llena, son protagonistas de las más espeluznantes aventuras. Algún viejito, o quizá una abuela, relatan la aparición o conversión de uno que otro vecino del pueblo, generalmente pequeño y que luego ha desaparecido de la misma manera que apareció.
Tales conversaciones, quizá se han perdido en las grandes urbes; no así en pueblos del interior, donde todo el bagaje de mitos y leyendas aún se conserva intacto, entremezclado con la civilización digital que crea otro tipo de vivencias.
Dante es el típico representante incrédulo de este tiempo de escepticismo, de relatos entregados y rendidos al raciocinio y a la comprobación de lo palpable y real.
Invitado a un asado a la estaca en una estancia o muy pomposa del interior de Corrientes, rumbeó con entusiasmo para saborear y pasar un fin de semana olvidado de los problemas de la ciudad y de su trabajo.
Un amigo lo había invitado, y como un buen asado es siempre tentación, más si es bien criollo y al estilo campero. Los hechos en la ciudad parecen insulsos comparados con el aroma, el sabor y la ambientación del campo.
Pensó que solamente era ir a comer un asado. La bienvenida de la gente de la estancia y algunos invitados al evento lo recibieron con la hospitalidad propia del hombre de campo, el paisano que agasaja a sus invitados ofreciendo lo mejor, junto con la predisposición de la gente sencilla y humilde.
Desde su llegada, el mate o leche fresca, junto con pan recién horneado, tortas fritas, buñuelos recién hechos y torta casera, hicieron las delicias del muchacho, quien no había tenido tanta atención en mucho tiempo.
Las picadas a media mañana con un buen aperitivo iban adobando al citadino y preparándolo para el manjar que ya estaba en las estacas, en cruz y la humareda aromática iba sazonando los aires a punto para el almuerzo.
Más tarde, con la degustación de la carne, las churas, las batatas y mandiocas hervidas y todo tipo d ensaladas, colmaron a Dante y lo dejaron somnoliento por un buen rato, aunque ya las pavas estaban a punto para unos buenos mates, mientras las tortas fritas se organizaban en miles de globitos producto del aceite caliente.
El anochecer, con guitarreadas, mates, cocido y bocaditos y engañadores de estómago, trajo un alivio al muchacho, que solo ingirió líquidos. Su amigo y los recientemente conocidos, y ya amigados, le hicieron pasar una tarde agradable. La conversación sobre rutinas campestres hizo que el tiempo no se sienta.
Por la noche, ya aseados y con nuevos bríos, una milongueda para quien gustare, y otros ya acompañando a los asadores. En esta ocasión dos lechones aún mamones y tres chivitos comenzaban a colorear y a emitir el aromo tan particular de la carne asada. Las jarras con fernet con coca, con vino de damajuana, con Gancia pasaba de labio en labio y no había dudas de que las charlas eran amenas.
Dante nunca se había sentido tan a gusto como en esta ocasión y celebró haber venido. Había hecho amigos y amigas sin dificultad y el temor y la angustia del atardecer en el campo, cuando los sonidos se aquietan no habían aparecido, señal de su bienestar y su rápido acostumbramiento. No había sido así en otras oportunidades. El campo y la soledad que representaba la desolación de las zonas rurales siempre habían obligado a volver lo antes posible a la ciudad. Esta vez, todo se desarrolló plácidamente.
Llegada la hora de la cena, ante la mirada atónita de su amigo, Dante se ofreció para servir la mesa y compartió con todos los comensales agradables charlas y con los asadores que vieron en él la simpatía de ciertas persona, que se dejan conquistar por la amistad, sentimiento pleno en las personas simples.
Después de la cena, los grupitos de reunión se formaron donde hombres, mujeres charlaban sobre temas varios sin que la preocupación por la hora hiciera mella, pues la cantidad de invitados era inferior a la cantidad de habitaciones de la casa grande, y una minoría se alojaba en otras dependencias aledañas, pero todas cercanas a la estancia. Dante estuvo asignado con su amigo en el grupo de cabañitas que estaba un poco más alejado del entorno, pero no con la suficientemente distancia como para que en breves minutos se accediera a las mismas.
Como el muchacho formó ronda con los asadores, otras personas entre ellas varias personas que trabajaban en la estancia y los hijos de los dueños, se entusiasmó con la conversación que trataba de cómo se formó la estancia, sus dueños, la historia del pueblo al que pertenecía la familia.
– Hermosa noche- dijo de repente sin darse cuenta por qué habló del tiempo.
– Si, asintió uno de los asadores, el que tenía más edad.
– Está clarito, ni luz hace falta- agregó Damián.
– Luna llena. Se ve todo. Hasta las ánimas se pueden ver con esta luz- dijo con una voz que originó un murmullo en algunos de los presentes.
– Ánimas, en este tiempo- rió divertido el citadino.
– Mmmm como todos los puebleros no cree en esas cosas- se burló el asador que había hablado.
– Mirá Dante- dijo Marcelo, uno de los hijos del dueño- yo soy de ciudad pero viví mucho tiempo acá. Y hay que creer o reventar. Ciertas cosas no tienen explicación.
– No digo que no existan, pero a mí nunca me pasó. No creo tampoco que alguien haya visto ese tipo de aparecidos.
– ¿Viajó alguna vez a Japón?- le preguntó el otro asador.
– No.
– Que no haya visitado Japón ni lo haya visto, no significa que no exista.
– Y si…- afirmó vencido.
– Acá murió mucha gente, y siempre se rezan novenas por esas almas en pena. Se le prende velas, se le dedican misas, y cuando hay alguna que aparece, se busca el cura, o la curandera del pueblo y la mantenemos a raya con rezos y agua bendita.
– Está bien. No quise ser grosero. Solo digo que no hablamos de eso en la ciudad.
– Si, sí. Entiendo. Es solo que acá creemos en esas cosas hay almas que no descansan y vagan pidiendo ayuda. Como este pueblo, por ejemplo, es conocido como la cuna de lobizones.
– ¿Por qué?
– Porque cada tanto hay uno entre nosotros. El séptimo hijo varón siempre se convierte en lobizón cuando hay luna llena.
– Pero esa leyenda ya no existe. Solo quedan los relatos antiguos. Ya nadie cree en los lobizones.
– ¿No? Entonces, ¿por qué el séptimo hijo varón siempre es bautizado en cierta fecha y tiene como padrino un presidente?
– Debe ser por tradición
– Y las tradiciones tienen una base verídica. Un presidente, con su cargo, con su cultura, no se prestaría a una mamarrachada.
– Mire le cuento. Había hace unos años una mujer, doña Santa. Tenía un montón de hijos. La doña era muy buena madre. Pero la desgracia quiso que uno se le muriera de indigestión. El desconsuelo era grande, pero la pobre señora estaba en un dilema. La cantidad de niños era seis. Si quedaba embarazada, sería el séptimo. Y claro, sería lobizón sin lugar a dudas.
– Ah. ¿Y qué pasó entonces?- preguntó intrigado Dante, quien se había colocado en posición de escucha, pero había aceptado la jarra que pasaba en la ronda. El relato había atrapado a toda la concurrencia.
– Y se animó nomás. Con el gurí muerto, uno más no iba a ser el séptimo, sino el sexto, así que calculó bien, y no tenía necesidad de cuidarse. Uno más, uno menos, no iba a hacer la diferencia.
– ¿Y lo tuvo?- inquirió entusiasmado. Realmente más allá de que no creía en estos relatos, estaba muy bien contado, y el hilo de la conversación se había vuelto interesante.
– Por supuesto. Un tremendo varón. Bien machito, bien fornido. Sanito como no era el anterior, el difunto angelito.
– ¿Y?
– Pare joven…. No sea tan apurado. La cosa es que el miedo quedaba. No iba a ser que igual le resultara lobizón. El cura lo recibió, bautizó y todos en paz. El chico se desarrolló sin problemas. Sanito, inteligente y una educación como ninguno de los hermanos. Cariñoso, buen hijo, servicial y honrado. Un modelo el mocito.
– Pero….
– Sí. Llegó a los años mozo, cuando los niños se hacen varoncitos, y se esperaba que de un momento a otro, el chico se convierta….y nada. El alivio para sus padres, los vecinos y el cura fue muy grande. El Nico no era lobizón.
– ¿Entonces?
– Que el destino es el destino. El Nico no se hizo bestia cuando fue adolescente. Y se sabe que los mozos cuando se hacen grandes, comienzan a ir al baile, a tener sus primeros amoríos. El chico concurría a cuanto baile había, porque se había enamorado de una chica. Buena, para colmo. Todo andaba de primera.
– Ah que bien. Pero si comenzó a contar algo, es porque no todo andaba bien…
– Efectivamente. Una madrugada de luna llena, los vecinos oyeron un espeluznante aullido. Los ladridos de los perros son conocidos. Cuando escuchan algo extraño aúllan, pero de manera distinta. Este era un rugir cavernoso, espantoso, terrible que atravesó los límites del pueblo. Provenían del montecito y los perros acompañaban a este feroz sonido. Todo el pueblo supo que nuevamente la maldición había caído sobre ellos. Solo quedaba esperar.
– ¿Y cómo hacen cuando se convierte en hombre?
– No lo sé. No sabemos cómo doña Santa recibió a su hijo. La cuestión es que el chico ya no vivió en la misma casa con su familia. Había desaparecido. Y de eso no se hablaba. Solamente las noches de luna llena, los aullidos aparecían, y animal que estuviera suelto, se encontraba al otro día despellejado, sin una gota de sangre.
– ¿Así nomás? ¿No se supo más nada?
– Nada.
– Raro, ¿no?
– No es nada raro. Es la manera en que la gente del pueblo esconde sus miserias y sus desgracias. Nadie pregunta qué pasa, qué sucede. Siempre hay una mano solidaria tendida al necesitado. Ese fue nuestro último lobizón.
– ¿No apareció más?
– No. Lo escuchamos por un tiempo, pero después el pueblo quedó en paz nuevamente. Verá usted, es tarde, se hizo las 2 de la mañana. Mañana tengo que seguir trabajando.
Dante no se había percatado de la hora. Su amigo, muerto de sueño le había dicho que se iba a acostar. Solo un pequeño grupo había quedado a escuchar atentamente lo que contaba el hombre.
Todos se desperezaron, dieron las buenas noches y se dirigieron cada cual a su lugar asignado para dormir. Desaparecieron todos del fogón que se había armado y solo restaba enfilar para el grupito de cabañas que se divisaba a lo lejos, entre la tenue bruma que se alzaba entre los árboles y la vegetación que adquiría tonos plateados a la luz dela luna.
El senderito empedrado era muy regular, y el sonido que se producía con las pisadas acentuaba el silencio de la noche. Si bien las zapatillas eran acolchadas y el vulcanizado de la goma debería atenuar el chas-chas de cada contacto entre el canto rodado y el calzado.
lobizon1La luna era plena, redonda, y en Corrientes se vislumbra tan nítida en el plenilunio que por algo hay tantos enamorados de esta lunita de taragui. Sus crujientes pasos lo conducían sin sobresaltos por el sendero y la opacidad de los reflejos solo se interrumpían por alguna parte del ramaje que inauguraba una nueva penumbra a medida que las cabañas se acercaban a él.
De repente, un gran bulto se recortaba en el pequeño horizonte cercano, más allá del grupito de casas. Creyó ver que se movía, pero no era posible pues no había brisa que meciera los arbustos, tal su confusión. Agregó pasos a trecho y como hipnotizado miraba el bulto que ahora mostraba dos reflejos rojos encendidos. Parecían un par de ojos. Su corazón dio un vuelco, y si bien pocas veces había tenido miedo, esos breves instantes en que la estática figura parecía observarlo, reconoció el ancestral miedo a morir, el terror inconsciente que presagia el inminente y grave peligro.
No permaneció inmóvil, sino que avanzó con caminar inseguro en su trayectoria cuando de repente la cosa negra con ojos refulgentes se abalanzó en alocada carrera hacia donde caminaba él. No supo qué hacer. Este instante en que la mente analiza qué estrategia elegir para salvar la situación, a veces juega un una mala pasada.
Dante dudó entre enfrentar lo que se veía, o evaluó huir, es decir pegar la vuelta y desandar el camino. No era lo mejor. Igual esa cosa lo alcanzaría y lo dominaría en un instante. Solo atinó a hacerse a un lado, pero la trayectoria del monstruo- o lo que fuera que lo atacaba, siguió hacia él. El objetivo era encontrarlo, lograr dañarlo, o colisionar con él.

Cuando despertó sus ojos estaban rojos y legañosos. El sol pegaba en el vidrio de la ventana e ingresaba por las hendijas que dejaba la coqueta cortina de la cabaña. Su amigo y hombre con chaqueta estaba a su lado. Le dolía la cabeza. Antes había experimentado esa sensación de la resaca después de una noche de juerga o de brindis continuados.
– Despertó por fin- dijo el hombre de la chaqueta verde.
– ¿Qué pasa? Preguntó confundido
– Ha estado durmiendo por horas. Pero aparentemente todo está bien. ¿Que le ha sucedido?
– Eso quiero saber yo. No recuerdo nada.
– Te encontramos tirado en el senderito, cerca de la cabaña. Solo oímos un aullido que se escuchó por todas partes y después salimos todos a ver qué sucedía. Estabas acurrucado en posición fetal- le narró su amigo.
– Había un animal cerca de la casa. Quiso atacarme. Era horrible, tuve miedo, quise llegar a la puerta de la cabaña, pero después no recuerdo nada más- balbuceó con miedo a que no le creyeran.

El médico apartó a Fabián, el amigo, y se quedó explicándole largamente con palabras que Damián no podía entender, porque estaban alejados de la cama y hablaban en murmullos.
Salió Fabián de la cabaña, mientras el médico le tomaba la presión, el pulso, le hizo algunas preguntas y le auscultó en algunas zonas del cuerpo.
En poco tiempo más, llegó el asador que se había amigado con Dante y saludó. El médico terminó el análisis, y dio el visto bueno:
– Está bien. Presión y pulsos normales, no hay golpes en la cabeza, solo un poco mareado por el calmante que le inyecté. Ve bien, habla coherentemente. No tiene golpes- determinó.
– O sea… no tiene nada, ¿está bien? ¿Y el desmayo?- se preocupó su amigo.
– O tropezó y se cayó, o bebió demasiado…- comenzó el médico.
– No tomó mucho el joven- se apresuró el asador. Solo lo normal. Todos tomamos más que él. Seguro que fue otra cosa.
– Algo me chocó- se defendió e muchacho- una cosa negra, no estoy seguro si era un animal, un perro, digo o tal vez otra cosa. Quiso atacarme pero me tiró al suelo. Después no recuerdo más.
– El lobizón- señaló el viejo. Fue el lobizón que lo atacó. ¿Era grande, alto como esos perros que parecen unos caballos, hocico grande y ojos rojos?
– Todos los perros de noche tienen los ojos que brillan- dijo el médico.
– Sí, pero no tenemos perros enormes en la estancia. Y no aúllan como aulló éste.
– Pero no me hizo daño. Solo me tumbó
– En general, no mata personas, solo las asusta, las tira al suelo. Mata animales chicos o domésticos.
– ¿Y para qué me iba a asustar? Además, ustedes me dijeron que hace rato no se oye hablar de lobizones por acá.
– Mire joven. Le dije que este pueblo está maldecido. Han nacido más séptimos hijos acá que en ningún otro lugar. Y el pueblo ha crecido. No conocemos a todos. Quién le dice si no fue su primera aparición por el lugar, aprovechando que había forasteros…

El tono del viejo fue determinante. Había aparecido un nuevo hombre lobo en el pueblo. Y por azar, Damián, el forastero incrédulo y novato, afecto a la raciocinio, despreciativo de los mitos y leyendas populares quien fuera el testigo de un hecho que no tuvo explicaciones en pleno siglo XXI, la época de los iPods, celulares inteligentes, conexiones inalámbricas, notebooks y drones que conviven con los ancestrales llamados de la naturaleza que aún no tienen explicación lógica.

DESTELLOS DE AMOR

Autores: Mirta Morato

Jorge Daniel Barea.
img027Tapa del libro DESTELLOS DE AMOR.

DATOS DE EDICIÓN.

Editorial digital.

Noviembre de 2012.

La foto de la tapa es de Enry Lavergne, también el diseño gráfico.

Se realizó la presentación en la Biblioteca Basterra del Complejo Educativo de la ciudad de Barranqueras.

HISTORIA DEL LIBRO.

La Profesora Mirta Morato res profesora de Educación Física, trabaja eentre otras escuelas en la escuela de Educación Técnica N° 2 » General San Martín» de la ciudad de Barranqueras. En una oportunidad le mostró sus poesías- manuscritas, en un cuaderno, a Jorge Daniel Barea para que opinara. El autor las leyó, y emitió una opinión positiva sobre las mismas. Al pasar, opinó que estaban publicables. La profesora tomó la palabra del autor, pero él no tenía nada escrito, pues consideraba- y aún considera – que las poesías son difíciles de escribir y es un género muy complejo.

La profesora cada vez que lo encontraba en la escuela, preguntaba por las poesías, hasta que el autor tuvo que sentarse a escribirlas. No había otra salida.

En una ocasión escribió unas cuantas en la ciudad de Buenos Aires, mientras paseaba de día, y en los ratos libres redactó unas cuantas. es más, hay un poema sobre la capital.

Las poesías están escritas de manera separada. Las escritas por Mirta Morato, tienen las iniciales M.M. al pie, mientras que si titien nlas iniciles J.B, son de Jorge Barea.

 

 

ALGUNAS POESÍAS.

Vuelo sin fin.

de MIRTA MORATO.

pajarosPájaro, tu libertad,

es la mía,

la que me guía por la vida

y me ayuda

a proseguir

en la vida de mi ser.

Tú representas mi mundo,

mi sangre, mi lengua

y hasta mis

pensamientos y sentimientos.

Tú significas lo que no

puedo ser:

el ave que surca

los cielos y los mares,

que vuela sin rumbo

ni fin

y el que no puede

a nada ni nadie

atado estar.

 

 
Embelezo,

de JORGE BAREAenamorada

Me llego

muy lento

con rostro huidizo,

con mirada vaga,

con manos temblantes,

son paso inseguro,

con alma en congoja.

Me acerco dudoso,

al tocar tu espalda,

inquiriendo inquieto

si aceptas mi urgencia.
Te tomo en mis manos

conteniendo aliento,

frunciendo los labios,

mirando tu rostro,

y en torrente ufano,

de sangre caliente,

repaso tu porte

degustando sobrio,

en ebria mirada

tu frente y tu espalda,

y en penumbras abro

gozoso el ropaje,

exultante, loco,

morboso en placeres nuevos,

oliendo tu pálido rostro.
Me esperas,

te callas…

Mas no me rechazas,

no emites sonido

pues sé que te gusta,

pues sé que me tientas,

triunfante, del idilio nuevo.
Sumerjo mi rostro,

degusto tu esencia,

me bebo tu orgullo,

disfruto tus líneas,

tus letras, tus páginas,

mi querido LIBRO!

INFINITO

INFINITO

DATOS DE EDICIÓN.

Editorial Dunken.

img166Diseño de la imagen: Hernán Kouloski.

El diseño de la tapa de este libro, como la de Extraños Relatos Urbanos I fue de la diseñadora de la Editorial Dunken de la Ciudad Autónoma de Buens Aires.

Representa las arenas del tiempo, de la medición que se realiza con un reloj de arena. En el interior, hay otros instrumentos de medición del tiempo (llamados relojes), como los relojes digitales, el de arena, la clepsidra (reloj de agua que usaban los griegos para medir el tiempo del día y la noche (se contraponen los relojes de sol que solo podían utilizarse de día y habiendo sol). Una clepsidra era un reloj de agua. Estaba compuesto por una vasija con líquido y tenía en su parte inferior un agujero por donde manaba el agua. Se medía así los intervalos de tiempo que tardaba el agua en vaciarse del recipiente. La hora griega duraba aproximadamente 70 minutos actuales.

 

img169Esta es la contratapa. La foto la tomó el Sr. Fernando Luis Correa, fotógrafo proesional y familiar del autor. En la escena de atrás se ve un cuadro de la artista plástica Rosita Plaquín.

La temática del libro es el tiempo, y su infinitud. Con la aparición del hombre sobre la tierra, el deseo de dominar el tiempo ha sido un anhelo casi imposible. Solo logró medirlo. Utlizó para ello los instrumentos a su alcance: el solar, el de agua, los mecánicos, los digitales…

 

 

 

La obra consta de 10 cuentos.

 

La diferencia fundamental con el primer libro (Extraños Relatos Urbanos), es que Infinito está compuesto de cuentos literarios. Se ha jugado un poco con traslocaciones del tiempo- Retrocesos y adelantos en el tiempo de la narración.

El primer cuento, Rodeado de digitales, narra la nostalgia del personaje hacia los relojes mecánicos que hacían «tic-tac» al funcionar, en contrapoisición a los relojes digitales- silenciosos, monótonos, impersonales.

El segundo cuento se ve a un personaje realizando un racconto de su vida, desde su niñez hasta su vida adulta, en la cual ve cómo ha pasado su vida…

El tercer relato, Big Ben, el niño personaje de la historia tiene una experiencia con el tiempo traslocado al visitar asiduamente al Big Ben, el legendario reloj londinense.

Clepsidra narra la experiencia del sabio Epédocles, quien fue originario de Aprigento (error de edición, pues dice Agrigento), en la antigua dominación Griega. Cuenta la historia (no este relato del libro), que salvó a su pueblo de una epidemia que aquejaba a la población. La causa era el río que traía agua infestada e infectada. Demandó que no se bebiera agua del curso de agua y así la salvó de su completo exterminio. Tuvo una filosofía muy particular de vida, en la cual expresaba que solo los mejores de la especie iban a sobrevivir. Cuenta la leyenda que se arrojó al volcán . creyéndose semidios, para conservar su eternidad. El cuento relata esta «fiebre» de eternidad del sabio griego.

Lemniscata es el siguiente cuento, que coloca al símbolo del infinito, haciéndola concordar con una ecuación matemática. La lemniscata y la cinta matemática y geométrica, junto con el símbolo y los relojes de arena discpuestos en forma horizontal cuentan la paradoja que encierra a un científico en una trampa sin salida.

Vida eterna versa sobre un personaje que descubre que es inmortal. Si bien la historia cuanta sobre su muerte, el cuento fantasea si Lázaro no hubiera muerto por segunda vez después de que jesucristo lo resucitara y su vagar por el tiempo infinito…

Morir con el Dakar puesto rememora el Dakar original, trasplantado en esta tierra americana, y juega con los tiempos pasados y el actual, en una mezcla lúdica de la carrera más espectacular de todos los tiempos.

Supervivencia eterna divaga con la idea que que un órgano trasplantado puede vivir eternamente al pasar de cuerpo en cuerpo, de tiempo en tiempo…

Infinitos monos es el relato en cuento del teorema de Barrel que especificaba en principio que un mono, tecleando por un tiempo indeterminado, podría escribir una obra literaria al cabo de un tiempo. Los ingleses lo aggiornaron en el siglo 18 a su modo: 12 monos tecleando infinitamente, tendrían la posibilidad de escribir una obra de Shakespeare. El cuento narra el hallazgo de una obra que tiene todas estas características que propone Barrel.

Al tebano es el último cuento de esta obra. Cuenta la leyenda que el tebano Tiresias, adivino, vidente, descubrió a los dioses haciendo el amor. En castigo lo condenaron a permanecer ciego en el Hades- lugar de muerte y sombras. Además, su castigo lo condenaba a tener un aspecto andrógino, sufriendo el escarnio de soportar los dos sexos. A cambio, y para no hacer tan extenuante la pena, los dioses le dieron el don de «ver» pasado y futuro de quien lo consultase. El cuento toma la versión de los dioses metamorfoseados en serpientes, a quienes Tiresias intenta separar.
A continuación cuentos de Infinito.

RODEADO DE DIGITALES.

100_4582Se despertó y al desplazarse se dio cuenta de que los ruidos que la habían sacado de su sueño no eran los mismos que sentía ahora. Los sonid9os se fueron haciendo más cotidianos y pudo seguirlos mentalmente, sepoarando y clasificándolos según su intensidad y familiaridad: primero el colectivo que se deteníacon un chirriear conocido y luego el arranque a toda velocidad en una avenida que se tendía resignada al costado de su departamento; después pudo distinguir los bocinazos histéricos de motos, autos y camionetas agrediendo al aire con la velocidad inconfundible que las personas apuradas imprimían a su paso; los gritos y murmullos de la gente que taconeaba por la vereda, presta cinta resbaladiza que lleva y trae presuroso transeúntes; golpes secos de cajones, cajas y latas apilándose en una febril mañana de trabajo matutino.

100_4581Pero no. No eran todos los ruidos que la habían vuelto a la conciencia de un nuevo despertar. Miró a su alrededor y los vio tirados, arrojados descuidadamente sobre sus cobijas. Brillaban algunos, resultado de la inmediatez con que salieron. Otros, relucían menos, pero tenían igual valor. Los más, opacos o transparentes según el caso, se disponían tal como cayeron, descuidados, esparcidos sobre la cama, o apilados de a pares, tríos o en suaves pilas pero sonando imperceptiblemente, aunque su sonoridad determinaba el tiempo que hacía desde que habían salidio de su incubadora…

Sacó la cajita de madera que dormía silenciosa en un estante del placar y la colocó sobre la cama. La madera con que estaba hecha la caja se resintió y su estremecedor movimiento hizo temblar las manos de Juanita. Le agradó ese cosquilleo y sonrió de placer. Sacó el seguro de la cajita y levantó con cuidado la tapa. Allí estaban. Miró a las haraganas que estaban sobre la cama y solamente las apiló en dos montículos pequeños para luego ir tomando una a una las pequeñas piezas y después las acomodaba en dos compartimentos ordenados.

Su labor diaria la traía perpleja desde hacía un tiempo. No le ocurría nada de día, pero cada mañana , cuando se levantaba, encontraba estos pequeños entes quepululaban en su habitación. Pero eran diferentes y sonaban diferentes. Nunca encontraba entes impares. A cada Tic, siempre le acompañaba un Tac.

Su viejo relos le regalaba cada noche pares de tics y tacs que eran expulsadoscon sumo cuidado en su cama. Ninguno caía al piso, por lo que no había peligro de que pudiera pisarlos. Estos mismos Tics y Tacs la despertaban todas las mañanas. Eran las últimas duplas las más ruidosas, las últimas arrojadas por su viejo reloj despertador.

Acomodó concienzudamente cada Tic en el lugar de los Tics y cada Tac con sus compañeras.

Se dispuso a bañarsse antes de su tarea diaria y se ensimismó en asearse para ir a su trabajo.

Con el tiempo más que suficiente, subió el último escalón que la llevaría al hall del departamento de trabajo. Entró a su oficina y se sentó frente al escritorio que se encontraba impecablemente ordenado. Demasiado ordenado. debería trabajar en esa oficina hasta las 5 de latarde, y tendría que asimilar ese ambiemnte aséptico, impoluto, frío, casi silencioso, aislado del mundo exterior, isonorizado...

computadoraEncendió su PC y después que oyó el «click» característico que le avisaba que ya estaba runeada y lista para trabajar, miró despectivamente la hora en la esquina inferior derecha… 9,10, indicaba. Elevó la vista hacia la pared nívea que tenía enfrente para buscar el reloj digital al punto que corroboraba el tiempo con su computadora e instintivamente ojeó rápidamente su muñeca generando otra mueca en su boca al auscultar su reloj pulsera que le gritaba gigitalmente con esos burdos trazos lineales de verdes oscilante en cada instante que los tres elementos estaban fría y maquinalmente sincronizados.

Era su destino pasar estas horas en estas paredes – no había cuatro, por suerte, hasta la hora de salida. Su rutina de trabajo se hizo más llevadera al recibir entrevistas con los clientes, los cuales desfilaron hasta después del mediodía.

Con el reinicio de las actividades después del almuerzo, su ansiedad le indujo a predisponerse a finalizar con buen humor las tareas pendientes y trabajó con ahinco hasta las 5. Nuevas despectivas miradas a los indicadores de las horas para finalmente alistar sus pertenencias y lanzarse apresurada hacia la calle y recorrer el camino hacia su casa en e atiborrado vagón del subte y desandar el tramo hacia su departamento.

Presurosa giró la llave y se introdujo subrepticiamente en el recibidor para arrojar dsganada su cartera y dirigirse al baño con el objetivo de sacarse el maquillaje que la había caracterizado una buena parte del día.

Sin disimulo, se abalanzó nuevamente hacia su dormitorio, abrió la actual cajita con sus preciados elemntos y desparamó sus tic-tacs sobre la cama y dejó que bailaran cantarinamente su melodía contagiosa. Por fin recuperaba todos los tic-tacs perdidos durante el día… Extrañosrelojes digitales, átonos, la habían aquejado todo el día: los de las computadoras, los callejeros, los de la oficina, hasta su celular indicaba la hora de una manera inusual, descortés, fría, impersonal, silenciosa…

Nuevamente sus queridos Tic-tacs la recibían familiarmente, son sus rítmicos sones que la volvían a una realidad casera, hogareña, tradicional…

Cada mañana recibía gustosa el conjunto de Tictacs que su viejo reloj desgranaba y corporizaba durante la noche, velando su sueño y hacía más placentera su estancia en su rutina diaria, cansadora e impersonal al encontrar el tiempo contenido en relojes que no habían evolucionado de acuerdo a sus necesidades humanas.

AL TEBANO.

Tiresias2La visión está reservada para unos pocos. Mas debe ser oportuna, clara y sin falsedades. No se puede ver lo que los dioses no quieren que veamos. Un desliz y se derrumba u mundo lleno de oportunidades para que el que pretende no ver cosas que están vedadas a cualquier mortal.

¿De qué sirve la eternidad si no la disfruto? Confinado en este lugar oscuro, rodeado de todas estas almas y yo mismo un alma en pena… Sólo conformándome con la negra sangre que me ofrecen cuando me necesitan, cuando quieren algo de mí.

TiresiasFontAnsío la negra sangre, me alimenta y me mantiene despierto, lúcido, vivo como pudiera estarlo si no estuviera aquí. Y los oráculos, Zeus y dioses mdiante, son cada vez más freciuentes en este tiempo de la humanidad.

Ha pasado un tiempo considerable desde que el divino Odiseo necesitara a este divinal tebano y no sé cuánto he vagado por el Hades, sin rumbo fijo, sujeto a la necesidad de verdades que dieran rumbo a los humanos. Y he profetizado y hecho oráculos, siempre dependiendo de la negra sangre derramada en la tierra a fin de ofrecer libaciones a los muertos y en honor a mí, el preclaro adivino.

Zeus, pareciera se olvidó de mi, de mi largo peregrinar en estas sombras, en esta oscuridad y con mi eterno pedido de perdón a los dioses que me sentenciaron a vagar por el Hades a merced de los deseos de los mortales.

¿Qué me queda? ¿Para qué quiero la visión del futuro si la otra ya no la tengo desde joven? No puedo ver luz ni sombra, sólo la claridad de lo por venir.

Seguramente mi trayecto terminará algún día, mas no sé cuál de ellos será, si está próximo o lejano.

tiresiasHe recuperado mi sexo. Nuevamente soy hombre, siento como hombre, ando como hombre, se ha evaporado la insoportable androginia con que me castigaron los dioses y veo una fulminante luz al final de este lúgubre túnel. Solo me resta cruzarlo y llegar a ese verde prado de donde violetas y alerces crecen salvajes.

El hombre puede nuevamente ver la luz, la luz del sol, y a zancadas ingresa al prado donde violetas y alerces crecen silvestres y su alma se reconforta al aspirar el aire puro que el Boreas le alcanza. Promete libaciones y hecatombes a los dioses para agradecer la recuperación de su vista pero antes ve con celo dos serpientes trenzadas en cruenta batalla. Reconciliado con la vida,olvidando sus penas, separa los reptiles y una vez más, los dioses lo hunden en el Hades por toda la eternidad.
BREVE EXPLICACIÓN DEL CUENTO ( del personaje Tiresias)

En la mitología griega, Tiresias fue un adivino ciego de la ciudad de Tebas.

Aparece en todos los fragmentos mitológicos relacionados con Tebas. Entre otras intervenciones, sus revelaciones conducirán a Edipo a descubrir el misterio que rodeaba su nacimiento y sus involuntarios crímenes. También aparece este adivino en el Canto XI de la Odisea y aconseja al héroe Odiseo cómo regresar a Ítaca cuando viaja al Hades para consultar a Tiresias. Allí, para consultarlo, Odiseo ( Ulises) derrama como ofrenda «negra sangre». Era la manera de consultar a los que tenían clarividencia, pero sobre todo de llamar a los muertos a la presencia de un ser vivo. Recuérdese que en todas las culturas, la sangre es signo de vida, de poder.

Tiresias era ciego desde joven. Según las versiones, su ceguera fue causada por la diosa Atenea―que lo castigó por haberla sorprendido mientras se bañaba― o por la diosa Hera―tras mediar en una disputa sobre el placer que tenía con Zeus―, aunque en ambos casos le fue concedido como compensación el don de ver el futuro. En la última versión, que es narrada por el autor latino Ovidio en su obra Las metamorfosis, Tiresias sorprendió a dos serpientes que estaban apareándose. Cuando las separó, los dioses lo convierten en mujer. Siete años más tarde, Tiresias volvió a ver a las mismas serpientes en las mismas circunstancias, volvió a golpearlas con su bastón para separarlas y al hacerlo, se convirtió nuevamente en varón. Esta experiencia única hizo que Zeus y Hera recurrieran a él como árbitro en una discusión sobre quién experimentaba más placer sexual, si los hombres o las mujeres. Cuando Tiresias afirmó que el hombre experimenta una décima parte del placer que la mujer, Hera, indignada, lo castigó dejándolo ciego. Zeus, sin embargo, le otorgó el don de la profecía y una larga vida.

El significado esencial de la figura de Tiresias reside en su papel de mediador: gracias a sus dotes proféticas, media entre los dioses y los hombres; por su condición andrógina, lo hace entre hombres y mujeres; y por la excepcional duración de su vida, entre los vivos y los muertos.

Fuente: Wikipedia.

EXTRAÑOS RELATOS URBANOS

EXTRAÑOS RELATOS URBANOS.

DATOS DE EDICIÓN.

PRIMERA EDICIÓN:

 

 

Editorial Dunken. mayo de 2010. Buenos Aires.

Tirada 300 ejemplares.

SEGUNDA EDICIÓN:

Editorial Dunken. Agosto de 2013. Buenos Aires.

Tirada 300 ejemplares.

COMENTARIO DE CONTRATAPA:

 

 

Todos tenemos un ser querido muerto – familiar, amigo, ser querido. Y alguna vez la frontera entre la vida y la muerte se difumina de tal manera que no podemos aseverar conclusiones determinantes. Algunos lo contamos. Otros relatos no salen a la luz… hasta que nos enteramos de sucesos similares.

FOTO DE LA TAPA:

Cementerio de la ciudad de Barranqueras, tomada por el propio autor.

FOTO DE LA CONTRATAPA:

Gentileza del prof. Enry Lavergne,  fotógrafo profesional  y docentede la Escuela de Educación Técnica N° 2 «Gral. José de San Martín»,  Barranqueras, Chaco.

Las dos ediciones son  similares. No hay agragados ni quitas.

Por un error de la Editorial Dunken, no se ha impreso el Prólogo a cargo del Prof. Juan José Corace que estaba en la primera edición. Se lo transcribe a continuación.

PRÓLOGO.

Originales, afables, con la naturalidad de qien quiere expresar lo suyo, sin interferencias de estilos ni técnicas, los cuentos del presente libro consiguen llevar al lector a mundos de nostalgia, de amores o de lazos fraternales, en los que siempre el ingrediente autóctono entra como deslizado, haciéndole una advertencia al lector, para demostrarle que con la palabra escrita, el autor tambipen se permite abrir rutas que pretenden llegar a metas que, como inalcanzables, pocas veces se mencionan con el lenguaje oral.

El autor conquista de entrada la simpatía del lector, porque sobre todo es un libro para adultos, pero… ¿a qué adulto no le gusta entrar de cuando en cuando al mundo de la inocencia, de las historias domésticas, de los mitos y las leyendas?

Aparecen así en el libro los sentimientos, las emociones y angustias palpitando debajo de los recuerdos; historias comunes de clase media atravesando etapas sentimentales y trágicas; y sobre todo, la vida «interior» de la gente del interior… Cuentos que desde el principio al final atrapan al lector por su simpleza, ameneidad y sutileza.

Prof. Juan José Corace.

HAY TRECE HISTORIAS, a saber: La desaparición del contador, Aeroclub de resistencia, Marita, Los desaparecidos de Formosa, La gordie extraña a la Trixie, Los pasos perdidos, No creo e los hombres lobos, pero…, la urna del padre de José, La mujer sin cabeza, Muerte en el cementerio, ¿De aquí? ¿De allá? ¿De todos lados?, Me bajo acá, ¿Más leña señora?.

Elegiremos algunas de ellas. La versión tomada para este blog es la dela versión original, del borrador, al que se han corregido algunos errores de coherencia y cohesión. En los libros, previa corrección de de las prueba de galera ( originales a los que se corrige con rojo donde exiten errores o lo que se quiere modificar, quitar, agregar, etc.).

Algunas fotografías del día de la presentación:

MUERTE EN EL CEMENTERIO.

  Con una edad más que suficiente como para que se me note el paso de los años, mi estructura corporal me permite “confundir”, sobre todo a mí mismo, la cantidad de años… Sin embargo, un síntoma de maduración, no precisamente mental, es la ausencia de pelos que hace bastante se han mudado a otro lugar. De todas maneras, no hay nada peor que los cabellos crezcan desordenadamente, en mechas disparejas con claros evidentes y lugares con largos de pelos molestos. Por eso, la elección del peluquero adecuado es toda una proeza en estos días modernos, sobre todo si el trabajo es “relativamente” poco, en una cabeza escasa de pilosidades.

La visita periódica a mi “estilista”, Víctor, como prefiere llamarse se dilata en lo más posible, pues sentarse en el sillón en ocasiones es algo que a muchos no nos agrada.

La elocuencia de todos los profesionales de la tijera es sumamente conocida, esta vez sí fue fructífera pues con las charlas habituales los temas que se tratan pasan por todos los ítemes: estudio, trabajo, estado de salud, la inflación, el país…, esta vez el comentario versó sobre estos relatos presentados aquí.

El aporte de Víctor incluía este relato:

“ Mi padre nos contaba sobre unos amigos que habían hecho una apuesta muy particular: Quién se animaba a la medianoche, en un día de tormenta, a ir al cementerio de Resistencia y clavar cinco clavos alrededor de la Cruz Mayor. El premio para el ganador era una cierta cantidad de dinero.

El grupo de amigos se reunía casi todas las noches en el Bar La Estrella de la ciudad, y  el tema recurrente era la singular apuesta, pero nadie se daba por aludido, poniendo diversas excusas de las más variadas catalogaciones:

–       –    Mi esposa no me deja llegar tarde- exclamaba uno originando una serie de risotadas y cargadas groseras.

–        –   No me atrae la idea, no es que tenga miedo, pero es una estupidez la apuesta- decía otro.

–         –  Y ustedes que siempre lanzan la apuesta, ¿por qué no lo hacen ustedes?- dijo Juancho en una ocasión.

Y así, noche tras noche la apuesta corría de boca en boca sin que nadie se animara a realizar la atrevida acción de entrar al cementerio a medianoche, en una jornada tormentosa para clavar los mentados clavos y luego regresar.

Pero tanto va el cántaro a la fuente que al fin se rompe, como dice el refrán, que la idea maduró una noche, luego de abundante ingesta de alcohol. La valentía tocó el orgullo de un integrante relativamente nuevo en el grupo.

–          – Yo voy a ir, no le tengo miedo a nada. No creo en fantasmas, aparecidos, poras, muertos, nada- dijo Eugenio de manera valerosa.

    El Cementerio hace unos años, ocupaba el mismo predio que en la actualidad, solo que no estaba tan ocupado, tampoco la ciudad estaba tan urbanizada. Las casas de la vecindad estaban ubicadas de una manera muy raleada. Solamente el frente del mismo, situado sobre la Avenida Hernandarias, estaba completo de casas. Otros laterales daban a extensiones de los Cementerios, el “cristiano” y el judío, mientras que un pastizal de un campo despoblado lateral bordeaba una calle, resultando el entorno sumamente tenebroso, pues las luces eran escasas, las arboledas y falta de veredas funcionales hacían que se completara el cuadro fantasmagóricamente blanco de los muros de los Cementerios del lugar. Por lo tanto, Eugenio con su osadía, rompía el mito de que nadie se animaba a ingresar al Campo Santo en noche de tormenta.

                Esa noche, el grupo se reunió como de costumbre. Eugenio apareció sonriente, mostrando los cinco clavos, el martillo y un rostro que denotaba valentía. Lucía una capa para lluvia de color “amarillo patito” que ya había usado en otras ocasiones, originando la risa y las bromas de sus compañeros.

                Cerca de la medianoche, todos estaban aun en el bar. Eugenio se había marchado ya, rumbo al cementerio, en bicicleta, con su carga liviana de herramientas para realizar la tarea propuesta.

                Dejó su bicicleta a un costado del muro, amarró la cadena a un árbol, le puso candado y se dispuso a saltar el blanco muro, manchado en varios lugares por la lluvia. No había nadie en los alrededores, por lo que trepar la muralla fue un trabajo relativamente fácil.

–          Debo comer menos y chupar menos cerveza- se dijo, pues el problema era la incipiente obesidad y la abultada barriga que Eugenio ostentaba.

Nadie a la vista. Había calculado bien por dónde entrar, ya que después de caminar un trecho, divisó la Cruz Mayor, en un claro nítidamente iluminado por dos faroles no muy cercanos.

Comenzó su tarea. Iba a ser fácil, no había complicaciones. No encontró vecinos alrededor del cementerio, y aparentemente el guardia ya había realizado su ronda. De cualquier manera; si lo pillaban tenía la excusa perfecta: iba a contar la verdad de la apuesta y todo se iba a arreglar.

Los clavos entraron en la base de madera, y estaban dispuestos como los “guachos hijos de puta” de la pandilla indicaron: alineados los cuatro, uno al lado de otro. Solo restaba el último clavo, el cual debía ser clavado en la base misma de la cruz.  Se adelantó para acercarse más, pero no pudo hacerlo. Alguien lo tiraba de la capa de lluvia. Inmovilizado así, gritó con voz ahogada por el terror un intento de auxilio, pero solamente salió un

–          ¡¡¡¡¡Aghhhh!!!!!!! 

Al ver y sentirse inmovilizado, su cabeza comenzó a pedir que esta captura terminara. Su capa era resistente, gruesa y pesada. No ayudaba nada, pues de haber sido más liviana, con el envión del cuerpo del pobre Eugenio la habría rasgado.

Por un instante, el raciocinio regresó furtivamente a su mente, y creyó descubrir el truco a que estaba siendo sometido:

–          – Estos guachos me están agarrando la capa- pensó.

 Y con miedo y cierto recelo se fue dando vuelta para ver quién lo tironeaba de atrás. No vio nada, no había persona alguna detrás de él.

Su corazón se aceleró, justo cuando el viento comenzó a arreciar con más fuerza. Los pinos que bordean las callecitas del camposanto rugían ante la impotencia  del castigo a que estaban siendo sometidos. Los goterones comenzaron a golpearle la cara con más fuerza y la energía eléctrica, ya débil por lo oscuro de la noche y agravada por la ausencia de la luna, titiló varios segundos para retirarse finalmente.

Un nuevo intento de moverse, para emprender la huída definitiva hacia el murallón que ahora parecía más lúgubre, tenebroso y había tornado su coloración a un pardo sospechoso y acechante. El sudor que de repente había bañado su cuerpo y perlaba su cabeza le dispensó un gusto salobre al caer en su boca abierta, hueco trágico convertido en improvisadas fosas nasales para ayudar a la incipiente respiración que la nariz se negaba a regular. Un último intento, encomendándose a Dios y rogando el perdón a las almas a quien había osado faltar el respeto y atreverse a molestar en el eterno descanso, para finalmente sentir que el aire que entraba a bocanadas congeladas por su boca le era insuficiente, ayudar a sus rodillas a realizar la genuflexión adecuada a tan solemne y sagrado lugar, para en un último intento, juntar las manos en oración y caer estrepitosamente  a los pies de la cruz mayor. Su corazón latió una, dos veces más y se detuvo en una agonía infartante, ruidosa, trágica.

La mañana fue poniéndose serena, tranquila, y la tenue llovizna fue aligerándose lentamente mermando la furia nocturna, al igual que una suave brisa ondulante acariciaba levemente los verdes pinos tocándolos en una tenue reprimenda luego de la brutal golpiza nocturna. Las tumbas, lavadas por el vendaval, lucían brillantes pero desordenadas: los floreros estaban esparcidos por los alrededores. Flores secas y frescas ocupaban una aleatoria disposición y los senderos estaban regados de papeles, ramas secas, verdes brotes, de flores o simplemente de desechos de diversa índole.

Este era el escenario que encontró el guardia, quien no había salido de su casilla y había realizado una ronda incompleta y raquítica. Con la apertura de los portones principales del Cementerio, la runfla se precipitó junto con el guardia para observar el lamentable espectáculo: Eugenio tendido a los pies de la Cruz mayor, con los brazos tomándola con fuerza, y en su cara un rictus de dolor y espanto, el pelo revuelto y plagado de ramas y basura, en su boca y nariz la sangre casi coagulada cayendo en goterones oscuros y en los ojos vidriados, el reflejo de la muerte, quien lo había alcanzado, al no poder moverse por la sujeción implacable de cuatro clavos firmemente clavados en su regia capa para la lluvia de color amarillo patito”.

 GORDIE EXTRAÑA A  TRIXIE.

–          – Sus riñones no están funcionando- aseveró el doctor Romero. Junten su orina lo antes posible y vamos a hacer análisis para saber qué sigue.

–         –  ¿Los análisis de sangre no sirven?

–         –   No son exactos. Los problemas de riñón son difíciles de diagnosticar. Ustedes saben que tenemos riñones para depurar el cuerpo y las impurezas pasan por los riñones. Mientras tanto le daremos un inyectable que durará más o menos 48 horas. De todas maneras quiero que la traigan mañana si pueden o me avisan si necesitan algo.

Salimos del consultorio raudamente camino a casa. El doctor Romero fue específico y “la Gordie” había dejado de tener dolores casi de inmediato.

Su salud estaba en franca decadencia. No había soportado la pérdida de su hermana, quien había muerto de manera dolorosa cinco meses antes. Trixie era maravillosa. Su pelo casi dorado se enmarañaba en bucles desprolijos que se ondeaban cuando salía al viento.

La hermana de Trixie llegó para quedarse y al principio no se llevaron bien, pues Trixie estaba acostumbrada a vivir sola y como toda mujer, era celosa de sus pertenencias, de su hábitat, de su casa y de su espacio físico y psíquico. Sin embargo, al final,  se hicieron inseparables porque la soledad generalmente es mala consejera.

La natural y contagiosa alegría de Trixie pronto se hizo extensiva a Gordie  y juntas gozaban de pequeños gustos, pues las cosas sencillas son las que hacen las delicias de la vida.

Pero todo lo bueno termina algún día. No pudo hacer mucho por su hermana, por lo que sintió la pena y la premonición del fin. En su lecho de muerte, de la misma manera altiva con que había vivido, Trixie murió pero con severos dolores que la obligaron a quejidos interminables.

Gordie no pudo asimilarlo. Ya no estaba ella, para acompañarla a comer las galletas preferidas, ni a compartir el espacioso patio con claroscuros los cuales les aliviaban las calurosas tardes del tórrido Chaco. Asimismo disfrutaban juntas del sol cuando el invierno atacaba sus huesos, y los calentaba de una deliciosa manera.

La bullanguera siempre fue la otra. Cuando llegaba gente siempre era la  primera en salir a recibir, la primera en saludar, la primera en hacer que notaran su alegría, su don de compañía. Ahora estaba ella, recordando a cada instante el momento en que había llegado a ésta que sería su casa, pero que no era su casa. Por herencia le correspondía, pero no era lo mismo. Nada sería lo mismo sin su hermana.

No tenía ganas de comer, de recibir visitas, de alegrar  la vida de nadie. Pero era su deber. Ya estaba vieja y le costaban muchas tareas que antes parecían sencillas. Pero esos trabajos se realizaban de a dos. Hoy todo se hacía cuesta arriba y la gente que llegaba a visitarla, siempre le recordaban a Trixie, la hermana que hacía que todo fuera más sencillo pero a la vez más interesante.

Nuevas ganas de vivir, la receta del doctor Romero hizo maravillas. Con el ánimo nuevamente disponible para las actividades diarias, recuperamos a Gordie y fue nuevamente la misma de siempre. “La misma” es un decir, porque simplemente recuperó su semblante, semblante que había cambiado por el dolor.

Pero la calma chicha duró poco pues su mal no era sencillo. Nueva visita al doctor Romero y nuevas recetas que no hacían más que prolongar la agonía, el sufrimiento de todos, incluida Gordie.

Quedó internada en la clínica esa noche, en terapia intensiva. Nadie podía verla debido a la rigurosidad del establecimiento y de la dolencia.

A la mañana siguiente, le entregaron el cuerpo de Gordie a mamá. Dispuso, como la vez anterior que nuestra perrita fuera enterrada en el patio, junto a Trixie. Dos pérdidas en cinco meses. Gordie se había dejado morir de tristeza, extrañando a su hermana de raza, sin poder asimilar la soledad. Toda la familia las sintió y juró no volver a tener otra mascota debido al sufrimiento padecido en tan solo cinco meses.

Nuestras mascotas forman parte de nuestras vidas, de nuestros quehaceres: alimentarlas, cuidarlas, mantenerlas y hacer sus vidas y las nuestras más llevaderas y placenteras involucran sentimientos inexplicables, profundos, inolvidables…

 

 

Esta es Gordie

 

 

 

 

 

 

Esta es Trixie.

JORGE DANIEL BAREA. BIOGRAFÍA DEL AUTOR.

JORGE DANIEL BAREA.

DATOS DEL AUTOR

Jorge Daniel Barea nació en Resistencia,Chaco, el 25 de mayo de 1955. Realizó sus estudios primarios y secundarios en el Instituto San Roque de Resistencia.

Se recibió de bachiller nacional en el año 1973. Estudió varias carreras, sin finalizarlas, por ejemplo medicina, ingenieria civil, ingeniería con orientación a la informática.

Es profesor en Inglés, en Lengua para EGB3 y Polimodal y Licenciado en Periodismo.

Trabajó como profesor de inglés en varios establecimientos educativos- Escuela Nocturna de Comercio N° 1 «Almirante Brown», Barranqueras, Escuela N° 73 del Barrio Llaponagat y la Escuela de Educación Técnica N° 2 «Gral. San Martín» de Barranqueras.

Trabaja en la actualidad en la Facultad de Ingeniería de la Universidad Nacional del Nordeste en las carreras de Ingeniería Civil y Electromecánica, en la Tecnicatura Universitaria Textil y en la Licenciatura en Gestión Ambiental.

 OBRAS DEL AUTOR.

1. Extraños Relatos Urbanos. Ed. Dunken.  C.A.B.A.. 2010.

2. Infinito. Ed. Dunken. C.A.B.A. . A2011

3. Destellos de Amor. coautor con Mirta Morato. Ed. Digital. Flores.2013

4. Extraños Relatos Urbanos. 2° Edición. Ed. Dunken. C.A.B.A. 2013.

5. Extraños relatos urbanos II. Ed. de la Universidad Nacional del Nordeste. resistencia. 2015.

Infinito es el 2° libro. Editado en 2011, en Editorial Dunken de Buenos Aires.

Es un cuerpo de cuentos relacionados con el Tiempo como dimensión.

Pueden onservarse traslocaciones, retrocesos y adelantos con el tiempo, menciones de personajes de la Literatura griega, tales como Empédocles, Tiresias, los dioses griegos e inventos tan antiguos como la clepsidra (un dispositivo para medir el tiempo el cual consta de un recipiente con agua con un agujetro por el cual fluye el líquido y «mide» los intervalos de tiempo).

De difícil lectura, pues hay traslocaciones y personajes de la antiguedad y de la literatura y adeás posee recursos literarios de la literatura fantástica.

Presentadora: Prof. María Esther Frette.

Destellos de Amor es un proyecto conjunto con la profesora en Educación Física Mirta Morato.  Surgió con los poemas que la Prof. Morato acercó a Jorge Barea y ante la sugerencia de publicarlos, el autor escribió poemas de su autoría, la mayoría en la ciudad Autónoma de Buenos Aires, en el Hotel Bauen Suit. Fue presentado en la Biblioteca Basterra de la ciudad de Barranqueras en abril de 2013.

Presentadora: Prof. María ESther Frette.

Extraños Relatos urbanos es el primer proyecto del autor.  Vivencias de personas comunes, otras del mismo autor y su familia las cuales han sido plasmadas en relatos sencillos y entretenidos.

Todos los hechos son verdaderos, aún cuando haya alguna leyenda urbana o mito, como la de la maestra o el hecho ocurrido en el cementerio de la ciudad de Resistencia.

Los relatos breves ( debe diferenciarse de la estructura de cuentos, los cuales tienen literariamente un armazón establecido) son de fácil lectura y en ocasiones tienn un final abierto para salvaguardar identidades o cuestiones legales.

Su aceptación fue tan grande que hbo que realizar una seguna edición y posteriormente una segunda parte de los relatos.

Presentadora: Prof. María ESther Frette.

Extraños Relatos Urbanos II es la continuación de loque se convirtió en una saga debido al éxito de la primera entrega del año 2010.

Es una versión más elaborada y con otros matices pero que guarda el espíritu de la primera, aunque los temas se amplían y traspasan las fronteras individuales del primero. 

Entran a tallar entonces mitos más universales como el hombre lobo (conocido como lobizón e nuestra zona), o los animés, tan difundidos hoy en todo el mundo; el túmulo o el mal, retratado en El gualicho.

Una obra artesanal que vio la luz como primera publicación de Editorial de la Facultad de Ingeniería de la UNiversidad Nacional del Nordeste.

Presentador: Dr. Ing. Jorge Pilar.

Esta es la segunda edición de Extraños Relator Urbanos. Presentada en la Casa de las Culturas de la ciudad de Resistencia, ante el público general, quien compartió las vivencias de la lectura de un relato.

Publicitada por el diario Norte, el público se llegó al acto de presentación para adquirir el libro y la concurrebncia fue de manetra espontánea, independientemente de las invitaciones que se cursaron.

La reunión fue amena, ya que se realizó en el bar de la Casa, y transcurrió fluida, sencilla, con la consumisión que la gente deseaba- gaseosas, cafés o cervezas.

Un ameno compartir que permitió reencuentros tan positivos como antiguos conocidos del autor en su            actividad como docente- la profesora Cármen Parera, o la Presentadora: Carina Maggio.